“He terminado, El aire ligero de

Mi finitud infla, en cada respiración,ojo de horus

Mis pulmones. Mi relación con el

Infinito pasa por cada una de esas

Etapas, de esos plazos. Vivo de mí

Capacidad innata de no dejarme morir”

                                         (Edmond Jabés, 2007)

Decía Freud que el hombre, desde su condición, generaba cierta pulsión “innata” hacia la muerte. Se trataba de una suerte de “eterno retorno”, considerando que el hombre antes de existir en vida necesariamente debió de ser muerte (su opuesto) y que por efectos de la misma teoría de la repetición suya, tal pulsión estaría asociada a cierto placer, en su texto: Más allá del Placer dice. “El principio del placer sería entonces una tendencia, al servicio de la función de mantener la excitación del organismo, al nivel más bajo posible. Esta función formaría parte de la aspiración general de todo lo animado: ‘la de retornar a la quietud del mundo inorgánico’” (Corullón) quietud que resulta placentera siendo  resguardo, dotando al hombre de una posición esencialmente cómoda.

Tal carácter del actuar “innato” entra en evidente contradicción con respecto a la definición estrictamente científica (Evolucionista), pues en este caso no se habla de trascender como especie, lo que implica adaptarse a un determinado medio, “probar nuevas maneras” para salvaguardar la especie ante el cambio del entorno, todo lo contrario, desde Freud esto “instintivo” se relaciona con  la necesidad de retornar, por ningún motivo de auspiciar el cambio adaptativo, es más bien huirle.

El movimiento Surrealista, contemporáneo del auge psicoanalítico, resultó un engranaje vigoroso de las teorías de Freud, las cuales utilizó como base teórica para sus procesos “investigativos” sobre  las dimensiones internas (Consciente- Inconsciente) del hombre. En principio, desde la premisa de “retorno a la comodidad”, ahora sí, desde una visión más adaptativa  qué la en apariencia egoísta propuesta por el mismo Freud, Bretón en su primer manifiesto (1924) declara que la situación de posguerra hacía necesario el uso de algún tipo de mecanismo que lograra RE-conectar a ese ser humano, “víctima”, consigo mismo, para comprenderse o de alguna forma simplemente “hallarse” dentro de tan aguda  situación. Ciertamente una búsqueda incansable entorno a la definición de hombre.

Previamente Bretón ejerciendo en una clínica neuropsiquiátrica conoció el caso de un soldado que creía que la guerra (I Guerra Mundial) había sido un simple simulacro. El sujeto víctima evidenciaba un nivel traumático tal que se permitió situar de manera diferente dentro de su realidad, creó  algo así como una realidad paralela que en efecto era más reconfortante que la otra. La extremada situación del soldado le dio muestras a Bretón lo imperioso de hacer frente a lo real, contrastándolo con su reflejo interno respectivo dentro de cada quien. Era fundamental dilucidar la información oculta  en el inconsciente para así lograr, por medio de un “conocimiento cabal”, un  reconocimiento propio. Al respecto dice (Bretón) en un entrevista  en el año 1952 (1970) “’Abandonadlo todo…Id por los caminos’…Pero ¿Por qué camino ir? Por caminos materiales no era muy probable; y los caminos espirituales los veíamos mal. Tuvimos la idea de combinarlos” (p. 79). En este caso el literato hablaba del grupo que conformó en primera instancia el movimiento surrealista, sin embargo, resultan palabras claras para definir el rumbo que desde ese momento tomaría su trabajo: escudriñando en lo Surreal de una manera consciente y desde un propósito definido, buscar.              

El mecanismo por excelencia para dicha travesía comenzó desde su práctica literaria, con el sospechado uso de la palabra, la Escritura Automática: donde guiado por una convulsión interna y precaviendo el  evadir cualquier tipo de censura de su expresión “más pura” con el inoportuno raciocinio, dibujaba impetuosamente trazos  con su pluma, trazos vueltos texto, textos que al ser leídos construían luego lo que sería el marco de evidencias de sí mismo.    

También recurría (recurrían, eran un grupo)  a la experiencia onírica inducida desde la hipnosis, encontrando así, como siempre sucede mientras se sueña, imágenes simbólicas reveladoras,  que sí que daban pita para interpretaciones póstumas. Ambos métodos (recurriendo a lo que llamaron: Estados Secundarios) buscaban la alteración de la consciencia para permitir que lo oculto saliera a la luz, que el inconsciente hablara, que el sujeto pudiera  mirarse de manera totalitaria. Al respecto Bretón (1970), en texto introductorio de “A Discouis svile peu de réalite” dice:

El alma se hunde sin miedo en un país sin salida, donde se abren los ojos sin lágrimas. Se va a él sin objetivo, se obedece en él sin ira. Se ve detrás de uno sin tener que girarse. Contemplo por fin la belleza sin disimulos. La tierra sin manchas, las medallas sin reverso… (p. 78)

La tendencia hacia lo desconocido era pues la salida más prospera hacia el supuesto fin y adquiría sumo valor para el momento histórico (mediados del siglo XX), lleva a pensar en una tendencia cíclica de actitudes humanas viéndose este movimiento artístico como cita de varias tendencias de tiempos precederos: el ocultismo medieval, la cita Romántica con la preponderancia de la percepción  subjetiva y manifestación de las sensaciones…e incluso haya una absoluta relación con el misticismo practicado en el Egipto antiguo. Civilización, esta última, cuna de  la concepción de la vida (realidad terrenal) con devoción hacia el estudio de la realidad supra terrenal o de la Muerte.

 

Te acuestas y te despiertas, mueres y vives

(Fragmento Textos de las pirámides, pirámide de Pepi II,I,760) recuperado de: (Schwarz, 2007, p. )    

La muerte como paso de una vida a otra, como anhelo supremo, como la razón intrínseca de la vida, fue la filosofía consagrada de este milenario pueblo. Más allá de su evidente obsesión con la muerte (lo que la sitúa muy próxima a teorías Freudianas), se entiende de sus costumbres al respecto, con la propensión de trascender. Trascender en el sentido epistemológico, como esa búsqueda desde lo personal que llevará al sujeto a cierta auto legitimación no sólo en este mundo sino que también y más importante aún, en el otro.  

Si bien es cierto que dentro de las manifestaciones de los surrealistas no se hablaba de una finalidad de búsqueda de identidad en la dimensión “inconsciente”, sí se acudía a ella para la conformación de la de la dimensión propiamente “consiente”. Y dentro de tal similitud de pretensión, se encuentra como incluso para las prácticas investigativas de la vanguardia, existió en el antiguo Egipto una increíble concordancia: por ejemplo,  desde el imperioso uso del lenguaje escrito como catalizador, siendo los jeroglíficos una dwatescritura sumamente descriptiva, fue herramienta clave para el difunto mientras discurría por el “Duat” (inframundo) sorteando pruebas para  su ingreso al más allá. Como lo anota Garcia J. en su título en torno a los talismanes Egipcios, 1992. “Los jeroglíficos eran concebidos como dibujos capaces de ligar diferentes mundos, o niveles de realidad, el mundo exterior, la intimidad humana e hiperfísica donde funcionan los poderes mentales y de la materia” (Schwarz, 2007, p. 17) 

 

Utilizados como creadores de memoria tales símbolos conocidos en la experiencia humana en la tierra habían de volver al difunto en el momento indicado, salvaguardando su fatigoso tránsito entre realidades. Así es como el pensamiento simbólico adquiere aquí, tiempos infinitos (previos)  a concepciones psicoanalíticas el mismo efecto de “repetición” dentro del concepto de la pulsión de muerte, siendo la muerte para el Egipcio dinástico no tanto una apetencia de inercia, como señala Freud, sino donde al perder la facultad física de “movimiento”, se aviva aquella misma en el plano no físico, el cual en sí resulta más trascendental, siguiendo las creencias populares de la antigua cultura.

Lo misterioso que tanto se ha aprendido a temer en occidente, encuentra su reivindicación en las prácticas Egipcias que las plantea a manera de prueba, de cambio y de aprendizaje resituando la tan paradigmática búsqueda propia del hombre en lo ominoso.  

Todo nos induce a creer que existe un punto del espíritu en el que la vida y la muerte. Lo real y lo imaginario, lo pasado y lo futuro, lo comunicable y lo no comunicable, lo alto y lo bajo, dejan de ser percibidas como contradictorios. Sería vano buscas en la actividad surrealista otro móvil que la esperanza de determinar ese punto.

(Foster, 2008, p. 21)    

III

“Hoy está ante mí la muerte,

Como un enfermo que ha sanado,

Como un enfermo que sale de la enfermedad

Hoy está ante mí la muerte,

Como perfume de mirra,

Como romero que descansa poniendo el barco a la vela.

Hoy está ante mí la muerte,

Como perfume de flor de loto

Como el que descansa en la orilla fresca

Hoy está ante mí la muerte,

Como un sendero plisado,

Como el regreso a casa después de la guerra.

Hoy está ante mí la muerte,

Como un cielo despejado,

Como uno a quien…lo que no sabe.

Hoy está ante mí la muerte,

Como el que desea volver a su casa

Tras largos años de prisión.”

(Fragmento de Dialogo de un cansado de la vida con su alma) (Herencia cultural de la humanidad, 1997)

BIBLIORAFÍA

  • JABÉS, Edmond, 2007. “Bajo la doble dependencia de lo dicho, el libro de las márgenes, II”. Cuba: Ediciones Torre de letras.
  • BRETON, André, 1970. “El surrealismo: puntos de vista y manifestaciones”. Barcelona: Barral Editores S. A.
  • FOSTER, Hal, 2008. “Belleza compulsiva”. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.
  • Torrida, C. (2005). El concepto de lo siniestro en Freud. Recuperado de http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=190&pub=4&rev=27&idarea=3
  • Corrullón, S. (). La repetición en Deleuze y Freud. Madrid.: Recuperado de: http://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/deleuyfreud1.htm
  • SCHWARZ, Fernando, 2007. “Egipto invisible, el poder de los símbolos”. Buenos Aires: Editorial Kier.

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